Aquí os dejo el enlace de la página web del Coloquio de los perros para que os metáis y os descarguéis el libro. No tiene desperdicio.
http://web.elcoloquiodelosperros.es/index.php?option=com_content&task=view&id=130&Itemid=57
Un saludo, locuaces.
El pensamiento locuaz
17 de junio de 2012
SIEMPRE QUE LO DESEES
Amanecía otra fría mañana sobre Nueva
York. A lo largo de la Quinta Avenida se despertaba la ciudad que nunca duerme.
Frente a sus altos rascacielos, los inconfundibles taxis amarillos y los hombres
de negocios, se imponía el extenso y enigmático Central Park. El canto de los
pájaros, gente practicando footing, personas inmóviles creando estatuas
vivientes, familias jugando en el césped, caricaturistas pintando en sus
caballetes y algunos indigentes se encontraban en el heterogéneo Central Park
con la llegada de los primeros rayos de sol y del calor de la mañana. Bajo uno
de los montículos de cartón y cosas variadas se encontraban George y Mike.
Abuelo y nieto que habían convertido, por necesidad, Central Park en su hogar.
Ambos de aspecto desaliñado, rodeados de objetos y alguna que otra manta para
sobrevivir del frío, pasaban su vida.
Mike se
encontraba despierto y miraba de un lado hacia otro sin saber qué hacer. Para
él todas las mañanas eran iguales. Veía a grupos de niños divertirse jugando con
el balón, con sus padres estrenando juguetes nuevos cada día y rompiendo cosas
sin valorarlas.
-Abuelo, no
se qué hacer -comentaba Mike-. Cómo me gustaría tener algo de lo que ellos
tienen -decía mientras observaba a los niños.
-Hijo, no
todo en esta vida se puede tener -se resignaba a decir George a su nieto-. Esos
niños se cansarán al día siguiente de sus juguetes y volverán a querer otra
cosa. Nunca están contentos con nada -Mike no estaba muy conforme-. No hay
mejor juguete y distracción que esto -dijo George señalándose la frente con su
dedo índice.
-¿Y qué
quieres que haga con la cabeza? ¿Pegarle cabezazos a los árboles? -preguntaba
Mike irónicamente mientras se reía.
-No hijo -acariciaba
George la cabeza de su nieto-. Tienes que mirar en el interior, todo lo que
necesitas está ahí, en tu imaginación. Sólo tienes que hacer que despierte y
descubrirás que puedes conseguir embarcarte en infinitas aventuras -se agachó
con dificultad para ponerse a la altura de los ojos de su nieto.
-¿Cómo
puedo hacer para despertarla? -preguntaba inocentemente Mike.
-Cierra los
ojos y deséalo con todas tus fuerzas -Mike cerró sus ojos con mucha fuerza y
los abrió-. ¿Ha cambiado algo a tu alrededor?
-No, sigo
viendo lo mismo que cuando los cerré -contestaba Mike.
-Eso es que
no lo has hecho bien. Cierra los ojos, concéntrate, guíate por mi voz y ábrelos
cuando yo te diga -Mike cerró los ojos y George se puso de pie-. ¿No sientes la
brisa del mar? -preguntó George mientras soplaba a Mike a la oreja provocándole
una sonrisa-. La arena de esta isla me hace imposible andar con la pata de palo
-George cogió su bastón, se puso una chaqueta con la que se tapaba de noche y
se metió una cajita en un bolsillo-. ¡Grumete! ¿No va siendo hora de buscar ese
tesoro? ¡Despierta y abre los ojos ante tu capitán!
Mike abrió
los ojos dejando libre su imaginación. Frente a él un curtido capitán pirata se
encontraba. El bastón de George se había convertido en su pata de palo, la
chaqueta le daba un aspecto aventurero propio de un pirata y el poco pelo de
punta del abuelo en un indiscutible sombrero pirata. Central Park se había transformado
en una auténtica isla desierta, los árboles en altas palmeras, el lago en una
inmensa playa y la vegetación en una frondosa selva.
-¡Grumete! ¿No
va siendo hora de buscar ese tesoro? –volvió a preguntar el capitán George.
-A la orden
mi capitán -Mike se miró de arriba a abajo, su ropa desgarbada parecía la del polizón
de un barco-. ¿Dónde se encuentra el mapa mi capitán? ¿Por dónde hay que
empezar a buscar? -preguntaba emocionado.
George se
dio la vuelta y cogió una de las botellas que tenían al lado de donde dormían. Metió
un papel dentro y se giró hacia su nieto.
-¡Aquí está
pequeño grumete! -dijo el capitán George cuando sacó el papel arrugado de la
botella-. Sólo el capitán puede saber cómo descifrar este difícil mapa -contaba
mientras sostenía en la mano el mapa.
Mike miró
al capitán George esperando a que le diera las órdenes precisas, mientras este
descifraba lo que aquel misterioso mapa escondía en su grabado. Partieron sin
cesar a la aventura desde el lugar donde habían dormido esa noche, que se había
convertido en un viejo bote de madera. Mike caminaba bajo la atenta mirada de
su capitán, cruzaron una densa selva en la que se había convertido una
explanada de césped y escaparon de otros piratas que había a lo largo de
aquella misteriosa isla perdida. Mientras Mike se alejaba tras una orden,
George se sacó la cajita del bolsillo y la escondió al pie de una señal. Mike
volvió corriendo.
-¡Capitán!
Mire ahí, a lo lejos -comentó Mike señalando a una pareja de policías que
cabalgaban a caballo por Central Park-. Es la Guardia Real.
-¡Oh, no!
Será mejor que no nos vean, pequeño grumete. Si nos descubren nos quitarán el
tesoro y será para la Reina -susurró el capitán George-. Bordearemos aquella cascada
–dirigió su mirada hacia una fuente que había a unos metros de ellos.
Cuidadosamente, para no ser descubiertos, se deslizaron con cautela
bordeando la maravillosa cascada, pasando desapercibidos por los Guardias
Reales que continuaron su camino vigilando la presencia de piratas. La pareja
continuó guiados por el mapa y la imaginación de Mike y George, hasta que
llegaron al final.
-¡Grumete!
¡Al fin hemos llegado! Tenemos que encontrar la “X” que nos dirá dónde está el
tesoro -dijo el capitán George mientras Mike movía la cabeza de un lado a otro
buscando la marca del tesoro.
Nada de lo
que veía se asemejaba a una “X”. En su cabeza el exterior se dibujaba como una
jungla, rodeado de monos saltando entre cocoteros y palmeras. Se giró a la
izquierda y a la derecha, se fijó en el suelo que pisaba y no encontraba nada.
Subió su mirada al cielo, la luz le cegaba, interpuso su mano entre él y el sol
y allí estaba, una palmera se ramificaba formando una “X”. Los ojos se le
abrieron como platos, ya tenía el lugar, sólo tenía que excavar. Corrió hacia la
base de la palmera, hundió sus manos en la tierra y la tapa de un pequeño cofre
empezó a asomar. Con delicadeza lo cogió, le quitó la arena que tenía por
encima, miró a su abuelo y la abrió. La cara de Mike se iluminó con el destello
que las monedas emitían por el reflejo del sol.
-¡Abuelo! ¡Mira! ¡Un dólar! -enseñaba Mike con
entusiasmo a su abuelo dos monedas de cincuenta centavos que había cogido de la
caja. Todo había vuelto a la normalidad.
-Has
encontrado el tesoro -sonreía George bajo la imaginada cruz, una señal que
indicaba las direcciones de las calles mediante flechas.
Volvieron
al lugar donde habían pasado la noche y se encontraban sus pocas pertenencias.
Mike saltaba sin parar de observar las monedas que había encontrado, era un
pequeño gran tesoro para él. Mike se guardó las monedas en el bolsillo y cogió
una rama que había en el suelo. La movía sin cesar, cortando el aire como si empuñara
una espada.
-Abuelo,
vamos a intentarlo de nuevo -pedía Mike, la experiencia le había parecido poca.
-¿Ahora qué te gustaría ser? -preguntaba George
que se apoyaba en su bastón.
-Un
intrépido caballero -comunicaba Mike moviendo la rama sin cesar.
Mike se
puso frente a su abuelo, en su mano derecha agarraba la rama, cerró los ojos
sin que George le dijera nada y se preparó a escucharlo. George sonrió y lo
miró con entusiasmo.
-Altos
torreones se alzan en este castillo, durante largo tiempo lo has buscado, aquí
se halla tu destino -recitaba George como un juglar, mientras se abrochaba la
chaqueta-. Valeroso caballero, forjado en mil y una batallas ¿no rescatarás a
tu amada? -Puso un gorro de lana en la cabeza de Mike-. Armadura oro y plata,
diestra espada afilada ¿conseguirás vencer al brujo que te habla? -Se apartó de
Mike-. Venga, despierta y completa tu gesta.
Un fuego intenso ardía en los ojos del caballero Mike. Ante él su mayor
enemigo, el gran brujo George, que había raptado a su princesa. Tras un largo
camino, sólo el castillo de Central Park y lo que este escondiera serían su
último desafío. Engalanado con su armadura, su yelmo y su espada, conseguiría
derrotar a todo aquel que se interpusiera en su camino.
George comenzó a huir escapando de la espada afilada de Mike y de su
desafiante mirada. Los muros del imaginario castillo hacían de Central Park un
laberinto de murallas de piedra. George lanzaba conjuros con su bastón, el
caballero los esquivaba con maestría. Una manada de perros apareció por una de
las amplias explanadas de césped. Ante Mike unos fieros dragones intentaban interponerse
en su camino, pero con el blandir de su espada huyeron despavoridos.
Continuaron enfrentándose en una interminable lucha. Peleaban por la
supremacía del uno sobre el otro. Llegaron hasta un cruce de senderos, donde montada
sobre un pedestal, una muchacha disfrazada hacía de estatua viviente. Vestida
como una diosa con ropas color oro y un maquillaje dorado, se mantenía rígida
mostrando su divinidad. Agradecía con una dulce alabanza a los paseantes que
premiaban su interpretación y su trabajo.
George tropezó y cayó al suelo. Mike
desarmó al brujo y alejó su bastón fuera
de su alcance para que no pudiera agarrarlo.
-¡Clemencia por favor! -pedía el brujo
indefenso-. Ten piedad de un pobre anciano.
-¿Dónde tienes a la princesa? -preguntaba el aguerrido
caballero, manteniendo al brujo entre la punta de su espada y el suelo.
-Allí está, ahí la tienes -señaló George a
la princesa que se encontraba bajo su embrujo. Mike la vio petrificada en lo
alto de un pedestal y salió corriendo hacia ella.
-¡Princesa! -Gritaba Mike frente a ella-.
¡Despierta, ya estás a salvo! -No había respuesta-. Todo se ha acabado -unas
lágrimas empezaron a brotar de los ojos del caballero ante la impotencia de
poder desencantar a su princesa.
-Tal vez
puedas eliminar el conjuro -le susurró George a Mike. Este se dio la vuelta
buscando una solución-. Mira a tu alrededor y observa en tu interior -aconsejó.
Mike contemplaba
a su princesa, quieta, inmóvil, queriéndole decir algo sin poder deshacerse del
embrujo que la ataba. A los pies del pedestal un pequeño cuenco se hallaba.
Cerró los ojos y empezó a explorarse a sí mismo. ¿Qué tenía él? Tenía una
espada, un yelmo, una armadura y, registrando en su bolsillo, dos monedas de un
tesoro. Las cogió y las metió en el cuenco.
Como una diosa cayendo de los cielos, la princesa se curvó desde su
pedestal.
-Muchas
gracias mi valiente caballero -le murmuró y besó la mejilla de Mike, dejándole
una marca dorada y regresando a su postura original. Mike, sin parar de sonreír,
continuaba mirando a su princesa embelesado por su belleza.
-¿No va
siendo hora de volver Mike? -preguntó George.
-Sí, ¿pero
volveremos algún día? -agarró Mike la mano de su abuelo.
-Siempre
que lo desees –contestó George y empezaron a andar hacia su próxima aventura,
esta vez en la vida real.
21 de agosto de 2011
ASÍ SOY YO Y ASÍ ESCRIBO
Miró su hoja de papel tranquilamente, sin inmutarse, sin moverse, sin deslizar la punta de la pluma por aquel folio que se le presentaba delante. Pensaba, tenía la idea pero no sabía cómo expresarla para que todo el mundo la comprendiera. En su mente era magnífica, espléndida, algo que él creía que debía de ser difundida para que todos pudieran apreciarla y disfrutar con ella. Pensando le llegó el miedo al rechazo, lo que para uno podía ser magnífico para otros no pasarían de ser una bobada sin sentido. Una cadena de letras empezó a escribir, la tinta se convertía en un hilo impreso que unía y mostraba palabras. Se expresaba al principio con timidez para que quedase lo mejor posible, pero una vez que se hacía más consistente el texto, ganaba rapidez y confianza por las líneas que más tarde repasaría por si algún detalle faltaba, alguna falta de ortografía, alguna errata, etc. Pensaba que sus líneas darían más rienda a su imaginación y sentía que se deslizaba entre los mínimos espacios que separaban unas palabras de otras. La tinta fluía, el folio se llenaba, la mente se vaciaba, la mano se cansaba y la satisfacción personal aumentaba, sentía que lo que hacía le hacía bien, conseguía ser esa persona que quería ser pero no quería demostrar a nadie, esa persona a la que le era más fácil desnudar el alma escribiendo que con un coloquio que escondiese su manera de ser. Complacido con el pequeño texto que había surgido de su mano lo finalizó y lo revisó. Esbozó una leve sonrisa y se dijo para sí mismo “Así soy yo y así escribo”.
5 de marzo de 2011
EL TIEMPO
Hoy, por la noche, me he puesto a pensar en la cantidad de tiempo que perdemos.
No hay nada más malo que un día que sabes que te hace falta tiempo, te pongas a pensar en los momentos anteriores en los que lo desperdiciaste, no hacías nada, vagueabas, estabas tirado en el sofá, mirabas la televisión sin haber nada que te atrajese, etc. Las prisas, el agobio y la tensión aparecen cuando no dispones de mucho tiempo y hacen que ese momento se te pase más rápido, sin atender con todas tus facultades a lo que realmente deberías de estar prestando atención. El tiempo perdido que no sabemos aprovechar, me da risa, con nuestra frase: “Lo hago mañana, me dará tiempo” o “Si tengo tiempo de sobra”. Qué insensatos llegamos a ser y que mal distribuimos nuestro tiempo. Lo mismo ocurre con los exámenes: “Si tuviera un día más seguro que lo bordaba”. Siempre nos falta un día pero ese día nunca existe. ¿A quién no le ha ocurrido? Que levanten la mano a cuántos le ocurren (yo el primero).
Pero lo peor de todo ocurre cuando ese tiempo te lo hacen perder otros, es decir, escape de tus posibilidades y actos. Sabiendo que podrías estar realizando algo provechoso para el futuro, que sabes que te serviría y ver que por culpa de una persona ajena a ti no puedes avanzar. Como la típica situación de tener que esperarte por alguien cuando tienes cosas importantes que hacer. Y tu amigo que no aparece o si se presenta es bastante más tarde de la hora en la que habíais quedado. La espera eterna y el remordimiento del tiempo malgastado. ¿Quién nos devuelve el tiempo que por esa persona hemos malgastado y hemos desperdiciado esperando?
Y ahora, que me encuentro escribiendo esta pequeña invención, mi pensamiento me puntualiza: “Mira que hemos perdido tiempo delante de la pantalla pudiendo haber escrito, mira que dejamos al tiempo volar habiendo millones de cosas que hacer, mira que desperdiciamos ocasiones de volver a tocar o ensayar y por holgazanería no lo hicimos”. Si lo hicimos fue porque no pensábamos ni en el calendario ni en el reloj. En definitiva no pensamos, actuamos según nos apetezca en el momento.
Huy que tarde, estoy perdiendo tiempo de dormir… Hasta la próxima locuaces.
17 de enero de 2011
15 de noviembre de 2010
Nuestra lucha diaria
¿Sigue habiendo ganas de luchar? Todo en esta vida es una continua lucha, tanto si juegas como si no quieres jugar tu papel siempre se decanta hacia alguno de los bandos. Siempre está ese coste de oportunidad en el que rechazas una cosa a cambio de otra, ahí está nuestra primera batalla diaria.
¿Es adecuado hacer el bien o que vean que haces lo que la sociedad considera bien? Las personas mueren por su boca, decir no es lo mismo que hacer, otra de las guerras personales que se pierden continuamente en este inmerso tablero de ajedrez que llamamos vida. Este juego en el mundo se lleva a cauces que ni por asomo nos podemos imaginar, una simple decisión en nuestra cruzada diaria modifica sin quererlo la vida de un amplio colectivo, ya que todos los actos humanos son una cadena que nunca termina, la finalización de la acción de una persona condiciona a la siguiente y así sucesivamente. Hacer lo correcto pasa siempre desapercibido, mientras hacer que vean que haces lo debido no hace nada más que se crean algo ficticio que más tarde, con el paso del tiempo, no podrás soportar y caerás volviendo a ser en realidad como eres y no como mostraste ser.
Luego están las ganas de luchar por alguien, ¿se puede confiar ciegamente a una persona? ¿Se sabrá que siempre será fiel a los principios que posee y a los que te dijo? Como cité antes “las personas mueren por su boca” y muchas de ellas mueren varias veces durante toda su vida, esa guerra de ideales la pierde ante la sociedad y en el futuro ante ella misma, ya que tarde o temprano la razón hace que recapacites sobre lo que hiciste en el pasado. ¿Le hice daño? ¿Se lo merecía? ¿Me engañó? Miles de preguntas a las que sólo tú puedes darle respuesta, sin olvidar que toda historia tiene dobles caminos.
La esperanza y el miedo juegan los papeles secundarios, la esperanza consiste en el deseo y la fe ciega sobre un determinado concepto, mientras que el miedo hace el caso contrario modificando la conciencia e indicando algo dañino del que no queremos saber.
En realidad es bueno luchar. Se dice siempre que de los palos se aprende y una derrota no significa nada más que eso, haber recibido un golpe tras otro, sabiendo que al próximo sabrás cómo responder, cómo prevenirlo y cómo intentar que no te hagan daño. Crear un prototipo de ti en el que crees unos principios en el que no hagas daño a nadie y que tampoco te hagan daño a ti. Ahí está la auténtica batalla, en saber crear tu propia persona sin ser la marioneta de otro, crear ese estilo y esa vida que quieres vivir, no viviendo la sombra de otros. Ser tú mismo o ser el actor secundario de un guión.
27 de octubre de 2010
¿Qué es la inseguridad?
Para todo término siempre hay miles de situaciones en las que se puede usar y cada una, aunque tengan una mínima parte de igualdad, significan distinto. La inseguridad es un sentimiento que surge en toda persona en la que teme que algo no hace bien, no tiene el cien por cien de apoyo y la confianza depositada en sí mismo es demasiado débil.
Aparece siempre que te propones algo. Embarcarte en una nueva situación en la que tu desconocimiento es muy básico o no posees las cualidades necesarias para ser totalmente aceptado. A todas esas personas inseguras una palabra de consejo, de ayuda, de ánimo o simplemente un gesto de aprobación es un gran alivio para ver que del todo no lo está haciendo mal, que se está esforzando y aún con las críticas sigue estando. Pero en estos tiempos quién se dedica uno a otro unas palabras de ánimo cuando únicamente nos miramos el ombligo.
Como tomarnos las cosas es también algo difícil. Una mirada por ejemplo, cuando se está inseguro, es siempre complicada darle una explicación, no sabemos si esa mirada es simplemente una pasada con la vista mirando lo que haces o se te están riendo en tu cara porque saben que estás haciendo el ridículo. Una frase un tanto puntillosa, nos la tomamos como qué gracioso esta persona, qué cabrón y se suelta una risa, o nos lo tomamos como ya está dando por culo y se está riendo de mí porque sabe que no lo hago bien. Un cuchicheo, una risita, etc. ¿Es que el que se ríe es mejor que nosotros? Nadie en este mundo es mejor que nadie. ¿Y de esas personas nos consideramos amigos? Cuando un amigo tiene que estar para apoyarte y ofrecerse a darte consejo de cómo mejorar o dar un aliento de esperanza o de ánimo para que continúe si en realidad eso le hace feliz.
¿Tan complicado es dar la mano y ayudar? No es que sea difícil, es que siempre se espera a que te la cedan a ti antes de darla tú. Pero en este mundo es en el que vivimos, donde la falsedad, el egoísmo y el amor propio está por encima de todas las cosas.
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